lunes, 13 de noviembre de 2006

Mas de la tierra


Rompiendo fronteras mentales y geográficas



Una vez soñé que me perseguía un gran peligro y yo corría y corría. No sé porqué pero, de pronto me dije:
Pero si estoy soñando…
Me detuve, le di la cara al peligro con la conciencia de que se trataba tan sólo de una ficción y éste se desvaneció. Desperté muy complacido.
Experiencias de ese tipo no son muy frecuentes pero creo que a todos nos han ocurrido alguna vez, luego, se necesita mucho trabajo para poderlas repetir. Pero es más que suficiente sintiendo el anticonformismo, o si se prefiere, la no aceptación de cuanto nos limita, manteniendo una viva esperanza en que lo que ahora nos somete, acabaremos dominándolo. Aunque me estoy refiriendo a la vida en toda su extensión, en primera instancia y con el fin de cobrar confianza, esa esperanza yo la viví cuando al despertar de algunos sueños no podía evitar decirme:
- ¡Hay!. Si hubiera cobrado conciencia habría conseguido transformar el sueño y no habría sufrido esta pesadilla.
Lo narro porque la humanidad y lo que entendemos como vida de la humanidad, es un sueño. Cada ser humano y cada elemento que llamamos “de la creación” somos, ni más ni menos, componentes de un sueño que se da en la mente de un gran ser, a cuya mente la hemos bautizado de muchas formas: creación, manifestación, mente Universal, mente cósmica, emanación… Y dentro de ese sueño hay listillos a los que no dudamos en llamar, desde Dios hasta…, bueno, hasta lo que les atribuyamos, dependiendo de, a qué clase de esclavitud nos sometan. Quien incuestionable saca de ello partido y se evita ilegítimamente sufrimientos, a costa del resto de los elementos que conformamos el sueño, es precisamente el que se da cuenta del mismo, lo comprende y acaba por manejarse bien en él. Pueden ser seres humanos o esos otros a los que les atribuimos títulos grandiosos y divinos, tales como poderes sobrenaturales, eternidad y muchas otras fantasías, que lo son porque también están a nuestro alcance en el momento en que nos demos cuenta. Un día, ese gran ser, en cuya mente acontece la existencia, abrirá los ojos y todos y todo, sin excepción, seremos energía suya circulando armónicamente por él, ya que no somos ni siquiera nuestros, sino suyos. Hasta ese momento nos hallamos dentro de un océano de fuerzas de ese gran ser, o aún mejor, dentro de su mente, por eso, las fuerzas de su mente están a nuestra entera disposición. Compartimos su misma naturaleza. El sentimiento del yo, es pues, irreal puesto que la energía que da forma a nuestro compuesto humano es suya, es él mismo, que la ha utilizado para formar imágenes, las cuales somos por ahora, y vivimos, también provisionalmente, la experiencia del presente universo. Sin embargo, todo se reabsorberá dentro del gran ser y entonces, sólo él existirá. Pero en la actual condición, también nosotros podemos hacer uso de las fuerzas de su mente, es más, la infelicidad y la falta de realización son las espuelas que nos empujan a hacerlo, si deseamos una vida y condiciones de ésta mejores, incluso, optimas.
Nada, excepto el gran ser, que también a la postre somos, importa. Si al universo y con él a la tierra, al ser humano y a la vida en sí, le llega un momento crítico y de mucho sufrimiento, de caos y confusión, no tendrá tampoco importancia, porque nada se pierde y retornamos al origen del que partimos: él. Y lo mismo si ocurre al contrario, es decir, con un buen período, de buena vida, de gozo, etc. Y, mucha menos importancia tiene un ser humano que el conjunto. Sin embargo, al tratarse de un conjunto inmerso en un sueño, se convierte en insignificante frente a un solo hombre que trabaja por darse cuenta. Por eso se dice que existe una forma de vivir la experiencia del universo en paz y feliz. Las diferentes tradiciones lo han denominado despertar. Yo lo llamaré “darse cuenta”. ¿Darse cuenta de qué?. Pues de que toda la manifestación, la que vivimos como real, es un sueño, el que acontece en la visualización del gran ser. Con eso en mente, cuanto obliga, encadena o limita al hombre, pierde importancia, porque ya no se vive como vital y sí con posibilidades de ser cambiado. Pero darse cuenta no es algo que ocurra de inmediato sino después de mantener la idea en la mente, de que ésta pase al corazón, se asuma y, día a día se la nutra hasta que forme parte natural del sí mismo. Eso no es tan complicado, aunque se le deba prestar una atención inicial acompañada de un cierto trabajo, o mejor, dedicación. Como quien ha de aprender, por ejemplo, música, para luego interpretar sin esfuerzo y con placer. Si a uno le ocurre que cobra conciencia de su condición dentro del sueño ordinario, también puede hacerlo en esa otra condición en la que es un elemento más dentro del sueño del gran ser.
Pero desde el primer momento, lo que si se puede hacer es considerar a la luz de la idea del darse cuenta qué está ocurriendo en el planeta, quien lo gobierna, qué desea, qué hace y qué consecuencias tiene para el ser humano aceptar gregariamente su dirección; y sobre todo, qué no encaja y qué no es justo. Este es el primer paso hacia el darse cuenta. Yo me atrevo a proponer una alternativa: reclamar la tierra como patrimonio de la humanidad, que no consintamos más los caprichos y los movimientos que hacen girar al mundo alrededor de los intereses de quienes sostienen a la tierra y a la humanidad en estado de pura injusticia, y que todos, absolutamente todos, tengamos la parte que legítimamente nos corresponde por derecho de nacimiento, que es la misma que la de cualquiera de los más ricos y poderosos del planeta, y si acaso alguien ha de sufrir privaciones, ya es hora que cambie el turno, ahora les toca gozar a los afligidos. El único movimiento orbital que ha de desearse es el natural, el de la tierra alrededor del sol. Porque de lo que se trata es de reclamar el bien para todos sin excluir ni a uno sólo de nuestros congéneres. En esto encontramos el movimiento natural en torno al sol y no, al contrario, girando alrededor de los intereses que encarnan los poderosos. De ese modo y con esa limpieza de corazón y de conciencia demostramos estar en lo cierto frente a las actitudes de quienes viven cargando con un corazón embrutecido, dominador, temeroso e interesado. La idea siempre es compartir. ¿No estamos compartiendo un espacio, vidas, trabajos, desarrollo, destino, y muerte, tanto de la raza como del planeta?. ¿No compartimos un suceso universal?. Nadie nació desheredado y por ello, la exigencia es que también los bienes sean compartidos del mismo modo. A esta idea de compartir se opone la de arrebatar. No se debería arrebatar nada, ni aún a los que injustamente poseen lo que es de otros, que lo es porque a estos últimos les falta. En cambio, lo que si debería hacerse es reclamar una conducta universal basada en el compartir. Tal conducta conduce a una dinámica centrífuga del movimiento que produce el hombre en el planeta, opuestamente al centrípeto que ha generado hasta ahora. Esta inversión del movimiento, fijémonos cuan sencillo resulta, se origina y desarrolla con ese estilo de vida que estoy proponiendo, con el que hace impensable que no se dé el compartir, con el que asume que la tierra no es de nadie sino que todos estamos aquí para ser sus esmerados cuidadores, y que uno obtiene beneficios de la naturaleza si trabaja para ella, y no como en el presente que si uno trabaja en su favor, es menospreciado, incomprendido, marginado e incluso, corre riesgo su vida. ¿En que condiciones y circunstancias no se trataría de robo o de apropiación indebida, obtener riquezas y poder de una empresa para la que no se trabaja y de la que uno se siente desvinculado y a la que maltrata, exprime, sangra y aniquila?. Tan sólo con esa perspectiva el ser humano triunfa como tal, contrariamente al fracaso que ha demostrados ser. E insisto, fracaso o triunfo, depende únicamente de su conducta y de sus convencimientos. A partir de ahí se puede comenzar a construir una sociedad que comprenda (escapo de usar la palabra “integre”) a todos en un conjunto de elementos colaborantes. Llegar ahí toma el camino de exigir que la tierra se convierta en patrimonio de la humanidad y cualquier oposición debe encontrar la firme determinación a la no colaboración de nuestra parte. Sin el respaldo de una parte de los miembros de la sociedad ésta se hunde en el más absoluto caos, cosa que nadie desea, sino que se trabaja por lo contrario. La devolución a la tierra por parte del hombre, de los bienes que han estado poseyendo, ha de darse y conseguirse de forma voluntaria y en conciencia, con acuerdos bien estudiados sobre el modo de hacerlo, sin crear confusión ni malestar. Luego, tiempo habrá de pedir explicaciones a la historia y aprender lo que significa ser humano. Porque serlo implica el uso de sus facultades para elegir el destino benefactor, o el contrario, el que ha ido forjando y ante el que es preciso reaccionar porque ya casi ha traspasado la línea del no retorno. Si en algún momento se tuvo un motivo para luchar en la vida, trátese de la familia, de aspiraciones o de lo que fuere, ahora, se está presentando con más razón en la forma de trabajo, porque se abre la puerta definitiva, ya que con el mismo esfuerzo de esa lucha, podemos eliminar el peligro de tener que seguir luchando, por la supervivencia, entre nosotros y en contra de la eventualidad. Se evita tener que preocuparse por satisfacer las necesidades básicas, mientras que el planeta recibe la oportunidad de regenerarse de las vejaciones a las que el hombre, pero sobre todo, sus dirigentes, la sometieron, y así resplandecer conjuntamente con la humanidad en un todo armónico.
Este sueño angustioso que vivimos de guerras, apropiaciones, sufrimientos innecesarios, enfrentamientos, infelicidad, odio, oscuridad, irracionalidad, dominio, puede ser detenido y cambiado con el darse cuenta, con el gradual ir dándose cuenta. No olvidemos que se trata de una pesadilla en la que si permitimos que un ápice de conciencia entre en ella, con ella acabamos, como en el sueño que comentaba al comienzo, y sin más complicación nos enseñorearemos en medio de las circunstancias que en él se den.
Eso que acabo de decir, el darse cuenta de que estamos viviendo un sueño de otro, el del gran ser, lo Ubica en la realidad (ubicar). Y lo hace en el mismo grado que uno se de cuenta de ello. Es, pues, importante, ir añadiendo grados de conciencia. Con este método evitamos tener que enfrentarnos a nuestros congéneres: ya se encarga la fuerza del darse cuenta de disolver fantasías y realzar realidades, pero sería mejor con la colaboración humana. Es cierto que muchos elementos de la pesadilla se pondrán en contra, o no sería tal. Ellos desearán involucrarnos en una lucha fratricida, e incluso, viendo que se les avecina el fin de su preponderancia, se sentirán emocionalmente afectados, con lo que la respuesta pudiera ser tan imprevisible como desproporcionada. No importa, porque no habrá lucha contra ellos, o se volverá a caer en la dinámica de la pesadilla. Los otros, los que se declaren enemigos, los que busquen acabar con la conciencia, los que declaren la guerra, saben que en caso de defender la pesadilla, están defendiendo a la pura injusticia, a la sinrazón, a esa misma sinrazón que hace que de los desposeídos saquen ellos beneficio al obtener lo que no es suyo. Defenderán que son propietarios de lo que tienen porque lo ganaron, lo compraron o lo heredaron. Que no sean aceptados tales argumentos. Ellos ya saben que esgrimen su última excusa. La tierra es de todos y no hay derecho ni concesión alguna dictada por ella o por Dios que les otorgue derechos sobre la raza humana o sobre parte de ella. ¿Dónde se ubica la tierra? Nuestro planeta dista del Sol 8 segundos luz y ello nos parece una distancia insalvable. La siguiente estrella en proximidad a la tierra es “Proxima centauro”, se encuentra a unos 4,29 años luz, esto es a 40 billones de kilómetros de nosotros. Nuestro sol es una estrella ubicada en uno de los brazos exteriores de la galaxia a la que pertenece, la “Vía Láctea”. Hay miles de millones de estrellas como el sol en nuestra galaxia y miles de millones de galaxias en el universo. Así que observemos nuestro planeta flotando en un movimiento alrededor de su estrella, dentro de esa inmensidad galáctica, la cual se vuelve insignificante e ínfima en el contexto del universo. Pues bien, todo el universo se encuentra inmerso dentro de la mente de un gran ser, probablemente que no será el mismo que ese que se le apareció a George Bush para decirle: - George, acaba con los terroristas.
Ese gran ser ha creado el universo en su imaginación. El universo persiste gracias a que él lo sostiene ahí, y la materia con la que lo ha dado forma en su imaginación es pura mente suya. De modo que en algún momento esa materia mental volverá a él reabsorbiéndose. Pero como quiera que aún no ha llegado ese momento, partimos de lo que hay. ¿Dónde está la tierra que contemplada desde una perspectiva cósmica no se ve?. Tampoco se ve al sol, y con muchísima dificultad, como una motita de polvo, alcanzamos a distinguir nuestra galaxia. Definitivamente, desde esta perspectiva la tierra es menor que el corpúsculo más pequeño de un átomo. Pero al prestar atención parece que ese corpúsculo tenga vida propia, y entre la vida, seis mil millones de seres humanos, eso si, todos cargados de soberbia y orgullo, como si su presencia efímera, ínfimamente efímera, dentro del tiempo de vida del universo, fuera indispensable. Ellos piensan que son seres privilegiados de Dios, guiados y cuidados por él para llevar a cabo alguna misión especial que repercutirá en la Tierra, en el universo y en el cielo. Sin embargo, maltratan al planeta sobre el que creen estar destinados a hacer algo. Y lo maltratan tanto que se encuentra ya en estado agónico. Tienen ideas de liderazgo, que es la autotitulación de ser alguien más cercano a Dios o que éste le ha elegido sobre los demás, en una enorme distinción que lo diferencia del resto de sus congéneres, motivo por el cual, él sabe y los demás no, por eso han de estar atentos a sus indicaciones. Además, ellos piensan que son propietarios, de los beneficios que el planeta produce, incluso se lo reparten en porciones. Y eso lo piensan a pesar de que la tierra vive infinitamente más que ellos. Pero no se sienten seres de la tierra porque dicen que están imbuidos de un alma que no ven, no oyen, no conocen, ni han visto jamás como sobrevivía y transitaba después de la muerte, ni antes del nacimiento. Y desde aquí me pregunto si la imaginación del gran ser habrá dispuesto alguna ley cósmica que ordene que en cada generación unos posean y otros no, que unos dependan de otros, que la esclavitud se establezca en base a la dependencia que los muchos tienen de los pocos, y que los pocos tienen la llave maestra en sus manos para ahogarles o permitirles vivir.
Es una visión espantosa. Ahora han usado elementos de su planeta de tal forma que lo ponen en serio peligro y como de todos modos tiene consecuencias, los están sacando fuera, con lo que extienden el problema más allá de sus límites. Pero no les importa porque se sienten poseedores, además de la tierra, del universo entero. Y me pregunto como pueden sentir y estar persuadidos de sus convicciones si en tamaño, magnitud y tiempo ni siquiera cuentan dentro del universo. Es espantoso porque toda la historia de la humanidad se ha acuñado con sangre, dolor, luchas fratricidas, egoísmo, esclavitud, desprecio por el otro y por el lugar que les da abundantemente cuanto necesitan, agitación, muerte innecesaria, en el fantasioso concepto de sí mismo… Pero quiero descubrir si hay alguna ley que les otorgue las facultades que desean ostentar aunque no lo estén consiguiendo. Quiero averiguarlo porque eso les justificaría. No puedo creer que hayan alcanzado tan elevado grado de locura, la cual se origina en imaginar y tomar lo imaginado como real:
Lo primero es la mente de ese gran ser. Dentro de ella se forma el universo con los materiales mentales de ese gran ser y en medio de lo cual se halla todo. Y de ese todo he elegido una pequeñísima parte, nuestra galaxia, la Vía Láctea. Hemos de hacer un gran esfuerzo para distinguir el sol de los miles de millones que allí hay. Y no es tarea fácil. Siguiendo aquellas indicaciones, busco los brazos exteriores de la galaxia, pero aún así, hay demasiados soles. El simple hecho del alejamiento del núcleo galáctico ya me indica que el ser del sol no se encuentra en estado de buena realización. Me detengo a considerar. Toda la materia del universo es mente del gran ser, más o menos condensada. Los planetas son mente más condensada que la de las estrellas. Éstas poseen luz propia porque la energía que las forma aún emiten su naturaleza íntima: la mente del gran ser, pero que en los planetas ya no courre. Y observo una ley universal que me enseña que cuando un cuerpo celeste no posee luz propia ha de buscarla aproximándose a otro cuerpo que aún la emita. Pero el planeta no es distinto a la estrella en su naturaleza lo que ocurre es que se ha condensado más, por lo tanto, la posee potencialmente. Si logra una aproximación suficiente, entonces, la radiación de la estrella hará reaccionar al planeta y este también comenzará a emitirla, descondensándose hasta restituirse. Observo también que el universo permanece en paz y moviéndose armónicamente. ¿Porqué no seguirá esta ley el conjunto humano que habita la tierra?. Mientras que el universo permanece como lo quiere el gran ser que lo ha creado, en la tierra, la humanidad hace lo que le viene en gana. Pero, ¿podría hacer alguna otra cosa de acuerdo con la conducta del universo?. Podría aceptarse como habitante de la tierra, la cual, si que obedece la ley de la armonía de los cuerpos celestes. Pero no podría hacer que la tierra se acercara más al sol, ni menos aún, que el sol se aproximara al núcleo galáctico. Me pregunto que si hubieran humanos, como los de la tierra, en cada uno de los planetas de toda la extensión del universo, acabarían con él, esto es, con la creación del gran ser. Me sigue pareciendo espantos. Cada vez más espantoso. Tienen justificación para todo. Estos humanos culpan a una especie de ser dañino al que llaman diablo de sus propias maldades, del fruto de sus conductas, de la falta de esa luz que no han cultivado, de ausencia del esmero, de la inconsideración, del egoísmo, de la brutalidad, de la violencia, de la irreligiosidad… ¡Que gente!. Decido no aproximarme más hasta que no sientan la nostalgia de lo que son: compuestos químicos como los que se encuentran en la tierra y forman su cuerpo, imbuido por mente como la que se encuentra en todo e incluso en estado libre. Pero deberían considerar que incluso en su estado pueden hacer uso de la mente allí confinada en tensa concentración corporal, ¿Cómo sería el ser humano armonizado con la mente en su estado natural?. La tierra es la gran perjudicada porque su cuerpo emocional es la suma del de todos los humanos, animales, plantas, elementos, etc. ¿Cómo habrá influido el hombre en la evolución cósmica del plutonio, por ejemplo, cuando le llegue el momento de desarrollar centros receptores de la mente que forma el universo si está siendo liberada su energía con la fusión y con la fisión?. ¿Y el estado de todas las demás cosas, incluido el ser humano?. Pera éste y para el método científico queda eso tan lejos que pueden seguir manipulando la naturaleza sin escrúpulos ni planteamientos adicionales de este tipo. Parece que esa respuesta de que cuando llegue el momento ya lo consideraran les otorga “patente de corso” para no tener que preocuparse previendo nada. La inteligencia de la tierra también es la suma de todas las inteligencias que la habitan y que la habitaron. Y lo mismo del su alma etc. Por eso, la salvación del alma del hombre depende de la de la tierra, y que dejen los lamas y todos los demás de hablar de sus fantasías. La humanidad está en la tierra porque comparte destino físico y psíquico con ella. La conducta humana en su componente psíquica está contaminada, no menos de la física. Ello se registra, junto con la demás actividad planetaria, en una especie de depósito colectivo, el cual, constituye el alma de tierra. Esta alma, en una gran y decisiva medida, posee la calidad que el ser humano le da. Y la calidad determina su estado de ser, en el aspecto físico y el de salud, en el físico. La tierra y el hombre evolucionan al unísono. Reflexione, pues, la humanidad. Y si el cuerpo de un habitante de la tierra está formado por los elementos que en ella encontramos, ¿cómo será el de un habitante del sol?. Seguro que posee un cuerpo casi indistinguible del cuerpo psíquico. El cuerpo es de la misma naturaleza que el de la estrella, también imbuido por un alma. Los ojos humanos no lo pueden ver porque están hechos de elementos de la tierra y no soportan la luz del sol. Los seres solares poseen un cuerpo de acuerdo a los elementos de su hábitat, el cual aún puede expresar la naturaleza del alma, y eso hace que se asemejen, aunque hayan diferencias. Los seres del núcleo galáctico obedecen al mismo patrón que los solares pero, alma y cuerpo se encuentran aún más próximos. Pero estas cosas no son necesariamente compartibles para asumir que hemos cuidar de la tierra en una colectividad de hermanos humanos, en donde no se dé propiedad sobre el planeta sino que, al contrario, lo cuidemos y lo ayudemos a evolucionar hacia su próxima estación, la de emitir la luz que es y que somos.
Me pregunto si la demora en que la hermandad humana se dé, si acaso añadirá sufrimiento a las vidas. Y me doy cuenta que así es, porque cuanto más tiempo se permanezca en el actual estado, más degradamos al planeta, menos recursos quedan y más suciedad y oscuridad se acumula en el depósito del alma que todos constituimos. No sería necesario, por otra parte, ni grandes figuras, ni grandes gestos, ni iluminados. Bastaría con que nos hiciéramos el ánimo de que hemos de salir de aquí, que hemos de retornar al paraíso terrenal y que nos emplearemos a fondo en el propósito de generar la energía más conveniente para que el planeta, nosotros y cuanto hay en él evolucionen. Y eso se consigue de acuerdo a una relación humana en vez de deshumanizada, tanto entre los hombres como con la totalidad de la tierra. Se consigue generación tras generación andando en sentido contrario al actual, dejando buena herencia a las generaciones que vienen después de la actual, mejorando las condiciones de la tierra, no su naturaleza esencial, aunque si conociéndola para que cualquier acción humana se encuentre en perfecta armonía y concordancia con ella y con los principios que lo rigen todo. Se mejora haciendo que la Tierra sea feliz y se sienta orgullosa de sus hijos que la habitan y estos, naturalmente, sientan lo mismo. De ese modo veremos también desaparecer fantasmas, fenómenos parapsicológicos, milagros, poderes y toda suerte de cosas inexplicables que nacen en la oscuridad de las mentes humanas y en cuyo depósito colectivo se alojan.


Opiniones


He hablado con la gente acerca de la Tierra como patrimonio de la humanidad. Y lo he hecho porque, si bien yo tengo la idea bien trabajada, no se como ésta encaja en alguien que la recibe por primera vez, o sin haberla considerado suficientemente. Y he encontrado diferentes resistencias en mis interlocutores a la hora de aceptarla, sin embargo, a todos gusta y atrae. Estas dificultades de aceptación, aunque sin valor estadístico, son las siguientes:

- Tal vez esté grabado a fuego en nuestro código genético, como experiencia de la humanidad que la Tierra ha de tener unos cuantos propietarios que dispongan y manden sobre el grueso de la población. Este asunto que viene de antiguo, en muchas ocasiones se aceptaba porque se planteaba desde una perspectiva religiosa como “por la gracia de dios” o por decreto de él mismo. En otras ocasiones, tal vez las más remotas, tenía lugar cuando quien resultaba elegido para organizar a la población se erigía en caudillo, juez, general, sacerdote, guru, emperador, rey, etc. La conquista por la fuerza o por seducción también llevó a la apropiación particular de los bienes comunes. Y así, se pueden encontrar muchas experiencias que han ido transmitiéndose de generación en generación hasta nuestros días. De ese modo, y merced a esa transmisión, ya no es necesario un trabajo de fuerza o de persuasión para que la humanidad permanezca engañada con embustes, tales como que los gobernantes y dirigentes administran los bienes del estado, cuando los que lo constituimos, no todos gozamos de los mismos privilegios, se da la injusticia, la desigualdad, la pobreza, incluso en aquellos países más ricos. ¿Dónde está la administración de los bienes en estos casos?, ¿cuál el criterio de administración para que un deportista, cantante, actor o modelo gane en una semana lo que 1.000 de algunas familias no lo ganarán en sus vidas, a pesar de que en muchos casos se trabaje con finura, con técnica pulida por el arte y de sol a sol?. Con la premisa de administradores de los bienes del país pueden enfrentar a sus ciudadanos y guerrear los diferentes estados y naciones, llamando a sus respectivos “subditos” a la guerra y a la muerte en nombre del patriotismo, porque, de acuerdo con el engaño, la razón por la que los envían a luchar es la defensa de los beneficios y bienes que la tierra les debería de dar pero que el administrador estatal se queda para sí. De resultas, cada vez se consolidan más las parcelas del planetas en núcleos humanos y con ello, la división de éstos. Y en la división, la confusión, los intereses sectoriales de las naciones, y la desorganización de la humanidad en despropósitos. Pero la mentira histórica puede haber llegado a su fin. Cualquier interés no universal es una mentira contra la humanidad entera, se esconda con el disfraz que se quiera y es injustificable. Y universal es el interés que no excluye a nadie. Además, en cuanto a nuestra herencia genética, también es hora de enfrentarla, porque con ese enfrentamiento llevado a cabo por la totalidad de los seres humanos - no necesariamente en el mismo momento ni en la misma generación-, quedamos libres de una parte de cuanto nos convertía en esclavos voluntarios de serlo, es decir, de aceptar esta condición en la que se renuncia a los bienes propios que están en manos de otros y que nunca nos planteamos reclamar. Digo propios porque son de todos por igual, es decir, de nadie, en todo caso, de la Tierra, la cual nos sustenta y beneficia suficientemente. De momento no hay que lanzarse a la calle, pero si, se debe tener en mente que los ricos, poseedores y poderosos, son unos usurpadores de nuestros bienes y tienen una cuenta pendiente con nosotros que esperamos pacientemente poderles cobrar y pedirles explicación. De ocurrir finalmente, eso se almacena en el alma colectiva de la humanidad arrojando nueva luz, nuevas energías, libertad verdadera y salud, influencias que inevitablemente nos alcanzan a todos porque todos participamos de ella y a ella estamos conectados y vinculados. Pero si extraña que haya mencionado la salud, diré que la enfermedad tiene sus causas en la opresión, en la vejación, en la impotencia, en el sentido de la eventualidad, en la inseguridad, en el estrés, en suma, en la injusticia del sistema social, que es otra forma de ir liquidándonos poco a poco.
- Otras de las razones que impiden aceptar con optimismo la belleza de la propuesta de la Tierra como patrimonio de la humanidad, es el desconocimiento del modo en el que la humanidad puede trasladarse de este al otro estado. Aquí, aunque tengo ideas bien concretas, es preciso que el destino hacia allí se corra con plena conciencia y que sea fruto de un estudio de riesgos, de una estrategia, de un resumen estadístico de posibilidades, etc., pensado, analizado, considerado y meditado, hasta acabar en una conclusión por parte de quienes van a efectuar ese traslado. Desde luego que aquí no valen las medias tintas ni las tibiezas. El primer requisito no es salir de la desposesión, porque eso ya entraña interés, sino amar al planeta, a la casa que vivimos, al único lugar y espacio que tenemos posibilidades de desarrollar el aspecto humano que pretendemos llegar a ser. Ese amor que se manifiesta de muchas formas se deja sentir preferentemente por la compasión a la Tierra, y el dolor que causa lo hace en forma de arrepentimiento por habernos portado mal con ella. Es la sangre que se vierte desde el corazón cada vez que contemplamos lo que el ser humano le hace cuando considera el estado de enfermedad en el que se encuentra. Si esto no es natural en sí mismo o no se ha cultivado, no hay posibilidad de traslado alguno. Y yo sé que un 5% de la población dispuesta a detener su participación en la sociedad produce un caos que acaba con el sistema, sobre todo, con el económico. Yo sé que ese mismo 5%, dispuesto a abandonar el sistema, si adquiere compromisos bancarios con los que no piensa cumplir, lo desintegra. Yo conozco algunas de las estrategias que herirían de muerte a la sociedad, y que no comento para que no se me acuse de dador de ideas. Pero no es así como debe producirse el traslado porque de nuevo, nos sumergiría en lo mismo que acabamos de dejar. Debe acontecer de manera gradual, con conciencia, algo así como un inapreciable deslizamiento al que, desde luego, estará atenta la bestia con sus infiltrados, espías y maquinaria de control, hasta que la fuerza de sus manos no pueda soportar la desmembración del cuerpo que fuimos y que buscamos tomar cohesión en otro lugar y estado. Así pues, el modo lo decidiremos entre todos.
- La falta de confianza en que la propuesta tome cuerpo y se torne realidad: Eso si que es interesante porque descarta a los no aprovechables. No obstante, a pesar de la falta de convicción, si esta idea se transmite a las futuras generaciones, aunque sea desde la perspectiva utópica, en algún momento se llegará, con seguridad, a que la Tierra sea patrimonio de la humanidad y deje de sufrir por siempre.
- La organización social y económica, así como la conciliación de convicciones: En este punto, como se comentaba arriba, es preciso el acuerdo, y con él, trazar objetivos a largo plazo. De todas formas, más que las propias convicciones, sean las que fueren, ha de primar el amor a la madre Tierra y la indisolubilidad de la unidad humana trabajando al unísono por el bien del planeta. Porque si a este principio se le antepone el propio convencimiento, con el tiempo, serán los intereses quienes vuelvan a dirigir la marcha de la humanidad. Desde la infancia es preciso que se eduque en ese sentido y que se doblegue al yo ante la suma de los “yoes” de la unidad planetaria, cuyo Yo, es más grande y es uno sólo. Esta concepción psicológica encuentra paralelo con la física y evidente humanidad constituida por todas sus individualidades. De nuevo insisto en que la fuerza de esa unidad traería consecuencias benéficas, físicas y psíquicas, hasta tan alto grado que la vida se prolongaría de forma natural, la enfermedad desaparecería casi por completo y muchísimos problemas no llegarían a tomar forma, y el medio, del mimo modo se vería beneficiado.¡De cuanto bien se ha privado la humanidad!.
- Egoísmo: Hay gente que está bien, que no le desagrada el sistema y que cualquier cambio le agobia. Eso es franqueza, la que yo alabo. Otros no están dispuestos a arriesgar el estado de bienestar que ahora tienen asegurado en aras a una incertidumbre.

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